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Milei: El hijo de 2 patas del Capitalismo Autoritario:
CON AVISO DE RECEPCION
domingo, 20 de septiembre de 2020
Y MENOS HOY
Autor: Gustavo Ronsino
Y...que
se yo...ahi nomas… La voy llevando como se puede. Ya va para un año que me
jubilaron y estoy aca… de balde casi todo el dia. De tanto en tanto me
entretengo un poco haciendo los mandados porque mi doña…en fin… no anda bien.
Cada vez más perdida la pobre...se confunde los nombres, no sabe qué hace aca
en la casa y se quiere ir. Y así estamos… Tengo que tener la puerta con llave y
cerradas las manijas del gas hasta que las pastillas le hacen efecto. Ahí…
me reconoce medio a las perdidas. Cuando se puede arrancamos juntos para la feria o para el mercadito del
Tolo. Y Demoramos…sí, porque se quiere volver a cada rato pero al final, llegamos.
Ese Tolo sí que es un tipo macanudo.
Conversador, pícaro y jubilado como yo. Ferroviario de alma el Tolo… y yo metalúrgico
a mucha honra… Primer Oficial Balancero… No cualquiera llega a ser eso eh Tolo...y nos
reímos. Sabes Pipo yo te daría alguna
cosita para que hagas aca pero viste...la cosa aflojo mucho y ahora esta ese
chino que yo no sé Pipo, no sé cómo hace
para vender a esos precios. Encima... me da una bronca mira...que los mataría…
Vecinos de años que yo les fiaba y ahora...mira vos...cada vez hay menos amigos
como vos Pipo. Vos sabes que le tuve que decir al muchacho que no venga
más...¿sabes no?. Mira si llega algún mes y no te puedo pagar…¿ me entendes
Pipo?... Y yo lo entiendo al Tolo. Sí que lo entiendo. No es farabute
como casi toda la gente hoy dia. Y él me entiende a mí. Con mirarnos nomas… Yo desde que no voy a la fábrica estoy
mal. No hay caso. Yo no era así… Hace dos años ya desde aquel viernes. Chau
Pipo, mucha suerte viejo. Adiós Ruiz, ¡gracias por los servicios
prestados!... Yo ni fumaba siquiera. Ahora me despierto a las cuatro, como toda
la vida queriendo agarrar la valija con las herramientas y salir a arreglar
alguna balanza y me miro el tembleque en las manos y ahi se me van las ganas. Y
empiezo a fumar. Dale que dale. Pero no lo hago a propósito. Qué se yo porque
lo hago. Y voy al baño y después pongo la pava y me siento a tomar mate en silencio y los
ojos se me van derechito a esos cuadros donde estábamos con mi doña. Y me quedo
mirándola un rato hasta que me tengo que sacar los anteojos y secarlos un poco.
Así son las cosas… Vos tenes que pintar la casa viejo...renovarte
sabes...porque la vida pasa...¿O no...? me
lo dijo mi hijo Julito la última vez que estuvo. ¿Cuándo fue?... Ah sí, para el aniversario de la finada…el año
pasado… Se la extraña a mi viejita andando por la casa arrastrando las
chancletas... Bueno viejo…se me hace tarde. ¿Necesitas algo?.. El barrio cambio
mucho desde que me jubilaron a mi. Lo que más me dolió fue que el Tolo tuviera
que bajar la persiana. No se lo merecía
y el no quería, pero, se estaba endeudando y cada vez vendía menos. Aguanto
todo lo que pudo. Mucha gente se terminó
yendo por los robos. Pero a mí… que más
me van a sacar... Ayer fui al médico y me dijo que ando bien y que tengo que
salir a caminar un rato todos los días. Lo llame a Julito para contarle y me
atendió mi nuera. Le aviso a Yuli…quédese
tranquilo Pipo. No, no se moleste Pipo, él lo va a llamar sabe…
besito. Y corto. ¡Es asi nomas!... ¡Pasa Pipo!, sentate viejo…que recién lo empiezo. Amargo
como nos gusta a nosotros…toma, ¿cómo te
fue con el tordo?... Y… Bien si... pero viste Tolo... a mí no me gusta caminar y
menos con estos fríos. Y se lo dije al médico.
Me miro, me hizo firmar el bono y después abrió la
puerta, me dio la mano y me fui. Cuídese
don Ruiz, dijo antes de cerrar. Caminar...si...¿adónde voy a ir Tolo?...mas
solo y tirado que un perejil… Anduve por el galpón acomodando trastos sabes y
en un rincón apareció la bicicleta que era de Julito, la amarilla te acordas. ¿Porque
me miras así Tolo?...la limpie bien che, y le infle las ruedas… y como quien no
quiere la cosa…¡y bueno!... la saque a la vereda y me subí...a pedalear un poco…
Esta como nueva. Lustrada y todo. Me acorde que me falta tomate y quiero hacerme
una pizza esta noche y decirle al Tolo que se venga. Pedaleando despacio volví
con la bolsa atada al portaequipaje. ¡Perdoname que le compre al chino Tolo!...
Y para aca y para allá…ya hace como un año que agarre la pedaleada… El
tembleque de las manos me sigue pero me agarro fuerte del manubrio y casi que
no lo siento. Le va a hacer bien para la operación me dijo el médico, pero acuérdese
Ruiz … son veinte cuadras. Nada más
eh... Que se yo lo que me cambiaron adentro del bobo… me lo dijo el médico pero
no me acuerdo. Yo me envuelvo en el echarpe azul cielo que me tejió mi doña
hace como veinte años y pedaleando enseguida se me pasa todo. Dale que dale al pedal, y no sé cómo agarre para el lado de la casa de
Julito. No se…nunca me había pasado de ir a algún lado sin querer ir. Ahí los
veo... hice rápido... Ahi están… se ve que me esperaban porque están en la
puerta. Se deben acordar que el mes que viene me caen los setenta encima. Mi
nuera, el Julito y mi nieta Carolina con ese novio mas terco que tiene....Y… me
parece a mí…o… ¿está mi doña en la vereda?... ¡La familia entera me mira
pedalear y me espera! y esta calle que
se me hace más larga… ¡dura toda la vida!… No se termina más… Quiero apurar
pero…me vienen unos pensamientos más raros...lo veo al Tolo que me llama…tengo
un poco de tembleque en las piernas...mejor pego la vuelta. Ya me falta poco
Tolo…Tranquilo Pipo…Si!... ahí esta mi Doña… Tranquilo… Tengo que poder
llegar eh… porque, al final, mal que mal, siempre se va a llegar … No los voy a
dejar esperando Tolo… y menos hoy, que es el dia de mi velorio.
jueves, 17 de septiembre de 2020
LA
SELVA EN EL FRASCO
AUTOR: GUSTAVO RONSINO
“Lo maravilloso de la
infancia es que todo es real. El hombre mayor es el que vive una vida de
ficción, atrapado por las ilusiones y los sueños que lo ayudan a subsistir”. Ricardo
Piglia.
I
Íbamos abrazados y haciendo rebotar nuestros culos sobre el butacón de
cuerina color marrón ferroviario. Trac
trac! trac trac! nos decíamos a coro mirándonos las bocas y moviendo nuestros
brazos como palancas de locomotora. Habíamos subido en Constitución
atropelladamente para copar la ventanilla, adelantándonos a mi tía y a mi mama,
que viajaron del lado del pasillo. Todo el sol nos pertenecía
exclusivamente iluminandonos las caras. Reíamos con nuestras bocas torcidas y los dientes afuera mirando
a la gente y a las cosas que subían y bajaban fugándose para atras. Y cantábamos a coro y a los gritos esas canciones
aprendidas en los días de excursión. "Chofer! Chofer! apure ese motor que
en esta cafetera nos morimos de calor!". Una mujer sola viajaba de cara a
nosotros. Tenía el labio de arriba oscurecido por un bigotin, en el
pelo acopetado y duro se le hundía una peineta que parecía un rastrillo y un
collar de pelotitas blancas y brillantes bailaba en su cuello. Con sus largos
dedos de uñas rojas apretaba sobre su falda una cartera negra y brillosa y
con la cabeza girada hacia la ventanilla se hacia la que miraba el cielo y de
repente nos cruzaba sus ojos saltones como una maestra enojada. Su reflejo en
el vidrio era tan deforme que nos reíamos más todavía tentados por su cabeza de
cardenal embarrado. La mujer iba moviéndose en el asiento y mirándonos de
arriba abajo mientras de cara a la ventanilla sacábamos nuestras lenguas y riéndonos
la espiábamos de reojo. Mi tía Emilia empezaba a observarla con ansiedad
"Siéntense... ya estamos por llegar" nos repetía y bufaba al ver a mi
mama que roncaba a su lado con la boca apuntando al techo. La mujer, cada vez
más nerviosa, cruzaba las piernas para un lado y para otro mientras mi tía la
codeaba disimuladamente a la Viryi que me codeaba a mí, primero con cara seria
y después estallando en una risa cacareada que yo, completamente tentado, le devolvía
con tanta fuerza que se me escapaban los pedos. Entonces mi tía también
empezaba a tentarse mirándonos reír como insanos y al final la codeaba a mi
mama que se despertaba de golpe. "Compórtense che!" rezongaba
enderezandose. Poníamos serias las caras y enseguida, frunciendo la boca y
levantando los hombros, seguíamos con lo nuestro. Al final los cuatro nos habíamos
contagiado la risa y nadie podía disimular. Entonces la del copete mirándonos
con las cejas oblicuas y la boca puntiaguda se levantó de un salto, sacudió la
cabeza y se fue relojeando a nuestras madres y murmurando su rabia. Le mirábamos
las costuras en las medias y los tacones zigzagueantes riéndonos con la panza
ondulante y haciéndole pito catalán por encima del borde del asiento mientras
se alejaba. Era sábado a la tarde y el viaje era demasiado largo como para
comportarse. No estabamos en misa o en algún velorio. Trac Trac...Trac Trac.
II
Con la Viryi nos conocíamos desde siempre. Desde todos nuestros diez
años. Habíamos nacido el mismo dia y en el mismo hospital. Solo que ella era
media hora más grande que yo. Una vez nos contaron nuestras madres que ese dia
se les había ocurrido nacer a tantos que nos tuvieron que poner a los dos en la
misma cuna y que la enfermera, loca de tanto trabajo, en el apuro me vistió a mí
de rosa y la Viryi de celeste. Hasta que cumplimos los siete fuimos carne y
uña. Vivíamos en el segundo piso del mismo edificio. Ellos en el A y nosotros
en el B. Íbamos a la misma escuela y al mismo grado. Le decíamos a la gente que
éramos mellizos, aunque no nos pareciamos ni en lo blanco del ojo. Don Roque,
el kiosquero de la esquina, se deleitaba cuando trepados con los codos al
mostrador y tamborileando con los pies colgados le contábamos las historias de
aparecidos en los sótanos de una fábrica de fósforos abandonada rogándole que
nos regale caramelos "Ostede sí que son fatale" decía y mientras nos
deslizaba los masticables nos iba ahuyentando como a las moscas.
"¡Vía...vía!".
III
Cuando cumplimos los siete años mi casa se transformó. Hicimos una
gran fiesta para los dos. Ese mismo dia íbamos a tomar la Comunión pero, unas
semanas antes y después de meses de asistir a catecismo, con los trajes y los brazaletes
bendecidos y con los evangelios de nácar ya comprados , el cura párroco dejo los
hábitos doblados sobre una silla en la sacristía y escapo con una mujer que
plumereaba desde hacía años el santo mármol de Jesús. Al enterarse, mi mama dio
un puñetazo sobre la mesa y casi la parte en dos. Mi tía tomaba un mate atrás
del otro y vociferaba rabiosa. "Te dije que le veía algo raro a ese cura
yo...y nos cobró la cuota religiosamente...si lo agarro..." y enseguida se
santiguaba. El escandalo azoto al barrio. No se habló de otra cosa en semanas. Y
nosotros refunfuñábamos pensando que íbamos a quedarnos sin un mísero regalo y
a merced de una vida pagana y terrenal. En la juerga de nuestro cumpleaños
olvidamos la amarga eucaristía y recuperamos autitos de plástico, muñecas y
hasta plata que nos trajo un tío desde España. Vino una prima maga desde Lobos
con su caja, su galera y sus palomas. Hubo fotos, piñata y torta con chocolate
y catorce velitas que al final apagamos juntos entre deseos, aplausos, besos y
felices cumpleaños cantados.
La viryi era más mi hermana que una prima. Era mi mejor y única amiga
y también mi único y mejor amigo. Jugábamos al futbol y a Titanes en el ring en
mi pieza. Bañábamos a los muñecos y los cagábamos a pedos, con gesto de padres
bravos, porque lloraban mientras los colgábamos de los pelos en la cuerda para
la ropa. "Se quedan ahi carajo!" les ordenábamos con voz grave y las frentes arrugadas. Y nos tirábamos en
el piso a jugar al tinenti mientras las sombras de los colgados se bamboleaba sobre las baldosas. Algunas tardes aprovechábamos la mundana suspensión
de los cuerpos que proponía la siesta con sus ronquidos y sus ensoñaciones balbucedas
para emprender nuestros rocambolescos y silenciosos asaltos a los monederos. Bajábamos
las escaleras como esquiadores , apretando el botín entre los dedos y volábamos
al kiosco a dilapidar nuestra fortuna en decenas de chicles y cohetes. Terminábamos
la bandoleresca en los inexpugnables rincones del baldío de la cuadra entre
saltos, abrazos y risas, inflando globos de menta y en medio de azules nubes de
pólvora quemada. Eramos bosteros acérrimos e íbamos a la cancha los domingos
con mi papa y mi tío envueltos en la misma bandera auriazul. Vivíamos la vida juntos
y nada nos podía separar.
V
Despertamos con la fiesta dando vueltas en las narices. Nos levantamos
temprano y La Viryi vino enseguida a jugar a la mancha venenosa en mi pieza. Corríamos
con las guirnaldas de papel al cuello, los bonetes chuecos sobre las cabezas y
los cornetines extensibles que se acercaban y se alejaban con cada soplido. Mi
mama andaba juntando restos de la piñata esparcidos en el comedor y mi papa
arreglaba algo que no sé qué era. Mi perro iba y venía a paso cortito y dando
saltos detrás nuestro. De repente oímos a tía Emilia gritar. No entendíamos que
decía, pero vimos salir a mi papa corriendo y a mi mama detrás. El mate se cayó
en la mesa y nosotros corrimos también. "¡No! ¡No!...¡Roberto! ¡Roberto!
levantate gordo...¿qué te pasa viejo?...por favor gordo... ¡levantate!" decía
mi papa mientras mi tía lloraba desesperada y mi mama la abrazaba. Nos colamos
hasta el baño pasando entre los cuerpos y ahi lo vimos tirado boca abajo en el
piso. La espuma de afeitar en la cara, los ojos entreabiertos, sangre en la
nariz. Nos sacaron enseguida no sé quién. Llamadas de teléfono, corridas a
buscar al doctor a su casa vecina. La ambulancia. Llorábamos abrasadísimos con
la Viryi mientras lo sacaban entre muchos pálido y transpirado. Era el más
gordo y el más bueno del mundo. Cuando se lo llevaron fue la única vez que vi
llorar a mi papa. En la vereda nos abrazamos fuerte a sus piernas y lloramos
los tres. Cuando mi abuela llego desde Lobos fuimos donde estaban todos. Y el tio Roberto?... Ella nos alzó y
le dimos un beso. Parecía dormido... Y enseguida nos fuimos con
la abuela. Esa noche no escuchamos cuentos de Dickens, ni de Salgari. Nos
quedamos oyendo el silencio de un cielo oscuro y nebuloso que sin estrellas se asomaba
como un fantasma por la ventana y mientras la abuela rezaba nosotros pensábamos...
VI
Al poco tiempo, mi tía decidió alquilar la casa y mudarse a otro
barrio. "No aguanto más" - le dijo a mi mama sentada en la cocina -
"Se me aparece en cada rincón... Me voy". Hubo un silencio en el que
el tiempo se congelo y después se abrazaron fuerte y lloraron entibiándose la
pena con amorosas palabras. Yo también llore abrazado a la Viryi. Y desde ahi
empezamos a vernos más raleado. Ibamos nosotros a Paso del Rey porque mi tía no
quería venir. Pero un buen dia sonó el teléfono... "Voy para allá. Los
invito al zoológico de La Plata" escuche escabullido entre lo negro del
aparato y la oreja de mi papa. Grite, salte, baile, reí, llore, corrí por la
casa y abrazado a una felicidad infinita me tire en la cama boca arriba y
festeje que venía la Viryi otra vez. Ese viernes no pegue un ojo en toda la
noche esperando a que llegaran. “A mí no me gustan los zoológicos” – pensaba – “pero
a la Viryi le encantan y dice que cuando sea grande va a ser doctora de gatos”.
Después, sonriendo me di vuelta y acariciando a mi perro amaneci esperando.
VII
¡Trac trac, trac trac! y por fin apareció el cartel de fondo negro con
letras blancas que decía "La Plata". "Vamos" -dijo mi mama-
mientras acallaba nuestros gritos y nos despeluzaba la ropa con la mano.
Corrimos sobre el andén y en la calle subimos a un taxi y atravesamos la ciudad
hasta el bosque. Pasamos la enorme entrada de fierro gris que tenía un elefante
con la trompa extendida que estaba tan alto que casi no lo veíamos. Adentro nos
compraron entre rezongos dos copos de nieve y dos cajas de galletas para
animales y empezamos la recorrida. La Viryi estaba enloquecida. Quería bajar a abrazar
a los leones en el foso de su jaula. Se abalanzaba sobre los barrotes para gritarles
a los monos que se colgaban chillando y pidiendo un puñado de galletas. Le tiraba
besos a los ciervos y se quedaba dura frente a los hipopótamos y a los tigres
rayados. Yo la seguía como un perrito faldero, comiéndome una tras otra, las
galletas para animales que eran mucho más ricas que mi copo de nieve. Mi mama y
mi tía venían atrás conversando. Un codazo de la Virgi justo en las costillas
casi me hace atragantar. "Mira eso" me dijo abrazándome y ubicándome la
cara con sus dedos para que viera. Frente a un jaulón, lleno de pájaros multicolor
y con picos enormes y curvos, aparecía una caja toda de vidrio del tamaño
de una casa. Las paredes le brillaban con el sol y nos acercamos corriendo para
mirar que había adentro pero tuvimos que pegar nuestras cabezas sobre el cristal
y hacer visera con las manos para ver. Detrás de esos cristales, opacados por
las gotas de vapor que se chorreaban, vibraba temerario y silencioso el submundo
de las serpientes.
VIII
Eran tres a cual más larga, más gorda y más espeluznante viviendo en una
selva frondosa que estaba encerrada en ese enorme frasco de vidrio con una cúpula
en lo más alto. Dos de ellas, una de color azulado tenía un cuerno sobre la
cabeza y la otra era tan amarilla y reluciente que parecía de oro. Flameaban
pasando una sobre la otra y arrastrándose entre las hojas secas y los charcos
de agua mientras la tercera, yacía tendida con su cuerpo blanco, cilíndrico y
con manchas oscuras enroscada sobre un solitario tronco. Allí guardaba su cabeza
triangular metida entre su espiralado cuerpo y el borde del palo. Con los ojos
abiertos y una sonrisa dibujada en la boca cerrada nos observaba como un
demonio. Nos miramos lívidos. Jamás habíamos visto serpientes y ahora teníamos
a tres juntas. Dimos un paso atrás agarrándonos de los brazos y tragando saliva
íbamos a volver a pegar las caras sobre el vidrio cuando la presencia repentina
de un gato nos distrajo. Se acercaba a nosotros lentamente con un suave
movimiento de sus patas y con un maullido apagado y prolongado. La Viryi se
agacho y lo acaricio enseguida y el gato se le refregó en su pierna encorvándose
mientras yo me le acercaba tímidamente. Estaba tan sucio que le marco una línea
gris sobre el zoquete blanco. "Puchuchun gatito" le decía riéndose y
lo acariciaba. El gato la miraba y maullaba contestándole. Yo también lo
acaricie un poco. Entonces La Viryi lo alzo pero el gato vio a la mefistofélica víbora
anudada en el tronco y de un salto se le escapo. Desde el piso nos miró
maullando y después se apachurró con su lomo contra el vidrio. Se durmió
enseguida y nosotros lo dejamos tranquilo volviendo a pegar nuestras caras para
ver a las serpientes. La del cuerno y la de oro seguían en el piso pero la que
estaba enroscada en el tronco había desaparecido... La buscamos para allá y
para aca. Por arriba y en el suelo. Y nada. Nos parecía que, las otras dos, que
se movían como mangueras por las que corre el agua, se comentaban algo en
secreto sacando sus largas y finas lenguas. "Hablan las víboras?"
pregunte inquieto y repentinamente escuche un maullido al lado mío y me aparte
boquiabierto. "mira... eso..." tartamudee agarrando a la Viryi
de un brazo. El corazón me galopaba adentro y jadeaba como un perro bajo el sol.
Era tan escalofriante... El gato iba siendo tragado entero por la víbora que
antes estaba sobre el tronco. Poco a poco el puchuchun gatito se iba hundiendo
en la profunda oscuridad del larguísimo reptil y con los ojos a punto de
estallar nos miraba implorante. La Viryi se tapó la cara con las manos y con un
ojo por entre los dedos miraba todo. El débil maullido se apagaba lento como una
vela sobre el borde de un plato. Queríamos pedir auxilio pero no nos salían las
palabras. Casi me hago pis encima. La Viryi lloraba en voz baja. "Como habra hecho?!" sin hacer el menor ruido! y sin que pudiéramos verla!. Habra pasado su cabeza por algún
agujero en uno de los vidrios y arteramente, con la velocidad de un rayo, lo habra sorprendido al Puchuchun gatito mordiéndolo con sus colmillos envenenados y paralizándolo instantáneamente;
y ahora... ¡la muy malvada!.. cerrando finalmente la boca terminaba de engullirlo mirándonos con sus
pupilas filosas y lanzándonos un gruñido. Entonces quede frio
pensando que después de haberse comido al gato... “No!... No!” grite como loco
y la Viryi grito conmigo. A los empujones salimos corriendo pero al dar un paso,
nos chocamos las narices contra la floreada pollera de mí tía. "Que
pasa?...Se lastimaron!...Ay Ay Ay". Nosotros que ya no teníamos casi
fuerzas levantamos las cabezas entre amargos sollozos. Entonces una electricidad
me atravesó desde la cabeza hasta los pies mientras oía a la Viryi gritar
salvajemente. El puchuchun gatito estaba acurrucado en los brazos de mi tía y
nos maullaba mientras mi mama le acariciaba una oreja. La Viryi lo agarro
atolondrada y apretándolo contra la cara le decía "Vos no te moriste
puchuchun.". Yo le buscaba los agujeros de las mordidas por entre los
pelos, pero el gato pego un salto y se fue corriendo a la jaula de las cacatúas.
Entonces, mudos y con las piernas temblando, volvimos a mirar a través de los
cristales brumosos. Y ahi estaba... como un tirabuzón enroscada en el tronco, sacandonos su doble lengua y con una sonrisa dibujada en la boca.
UN MERCEDES COLOR AZUL
Autor: Gustavo Ronsino
Estufado por tanto zarandeo me abri paso escabullendome entre los cuerpos amontonados y llegue hasta la puerta trasera que se abrio con un chiflido corto y agudo. Sobre la vereda , cuadriculada por el sol y la sombra, se fugaba bajo mis pasos bamboleantes el damero de baldosas desiguales. Iba con la mañana de frente entrecerrando los ojos y dandome vuelta me veia aparecer proyectado en lo bajo, alargado y oscuro entre puchos apagados y papelitos retorcidos. El campanario sono las ocho y media y todavia las hamacas de la plaza colgaban como higos secos, con candados apelmazando sus cadenas y chirreando una metalica soledad apenas movidas por el viento. Al cabo de muchas e identicas hojas de calendario repetidas como un rezo la idea de abismarme por una ruta distinta me cosquilleaba en los pies. y no verme llegar a casa por el mismo lugar de ayer. Me urgia perderme un poco. Contradecir los mapas. Jugar a algo sin saber a que. Suspirando conte los pocos cigarrillos que me quedaban y enseguida me detuve sin motivo en un kiosco de diarios. Repentinamente mis adentros murmuraban esa efimera alegria de las voces que se escuchan en una terminal repleta de viajeros en verano. Como si una curva inesperada del tiempo me hubiera arrastrado de golpe. Habria estado antes ahi? cuando?. En el kiosco de lata el tipo que atendia organizaba unas revistas tras la bambalina de vidrio. Irremediablemente pelado se bamboleaba semioculto por los crucigramas y las carreras de mente que, como banderines, se ofrecian silenciosamente. "Yo no quiero poner mis obsesiones en juego" - pense mirandolo de reojo -. "Soy muy poco ingenioso y nunca compraria una de esas revistas " - me excuse con el pensamiento - "¿Que necesita?" - escuche de golpe. Yo, en tanto, hacia que miraba la tapa de una revista de moda con el interes de un costurero profesional.. "Nada" - pense en silencio -. No es conveniente ser sincero en ciertas ocasiones...(en otras tal vez si). Que el tipo creyera que yo no lo habia visto ni lo habia escuchado. Yo ignoraba en profundidad cual necesidad mia hacia que me encontrara alli. El me miro por sobre el marco de las gafas y siguio con lo suyo. Conteos y anotaciones. Yo seguia recorriendo las tapas de revistas con la mirada, El ruido matinal del transito sobre la avenida empezo a ensordecerme y entonces - dije resuelto señalando la estanteria - Voy a llevar este!. El tipo salio del cuchitril mirandome con cierta complicidad. Como si supiera. "¿Los nietos..?".- dijo mientras descolgaba lo que le habia indicado, y luego en tono benevolo, "Tiene un poco de tierra... ¿vio?.. espere que se lo limpio" - agrego -, "¿Es ´para regalo?" -curioseo- Creo tan poco en la benevolencia y en la amabilidad ajena que me rei por dentro. Le pague con cambio justo , "Adios que siga bien" retomando el paso por la vereda fui en diagonal alejandome del enjambre de la acera que, de tan atascada, me recordaba a "La autopista del sur". "Ojala se queden a viviri ahi" - pense - mientras hurgaba en la bolsa riendo sin disimulo. Yo era el unico que reia honestamente y largaba carcajadas acariciando el plastico flamante y azul. Acomode la mano sobre el techo y el dedo en el capot. Escuchando el poderoso motor que vibraba en mi garganta, vi la aguja del tacometro subir precipitadamente y encare la sinuosa ruta sobre las paredes hasta llegar a mi casa ...en un Mercedes! Irresponsablemente, borracho y drogado, conduje vehementemente derrapando varias veces en las barandas del hueco de la escalera. Con el pie del Alma pise el acelerador a fondo y trepe hasta el cuarto piso. Al llegar, me detuve jadeante frente a la puerta "B" y apague el motor. Al abrir la puerta se me resbalo de la mano y cayo girando con las ruedas para arriba. Entonces, llorando de la risa, exhale los ultimos vapores del viaje y lo levante pensando "Hace mucho tiempo que no manejo... Voy a tener que adaptarme."
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